miércoles, 14 de marzo de 2012

Hablamientos incongruentes, o de ´como esta autora tiene antojos de una tortita de papa

Hoy sólo quiero hablar, sin decir nada coherente ni preocuparme por hilar bien mis ideas. No me interesa si alguien me escucha o si me confundo con el barullo de la ciudad, mi única intención es dejar fluir las ideas que tengo atoradas en la cabeza y que no salen de mi garganta. Hoy tengo ganas de confesarte que te quiero pero que sé que lo nuestro no va a poder ser, que te amo pero ya no tengo ni esperanzas ni deseos de estar a tu lado. Somos tan diferentes que ni siquiera podría existir química, aunque me gustes lo suficiente como para querer que seas el único. En fin, esas cosas pasan.

Esta noche sólo quiero perderme los primeros diez minutos de la telenovela para plasmar en un blog abandonado y jamás leído lo que muchas veces se mimetiza con mis silencios y mis terribles "no pasa nada". Me gustaría bailar a la luz de la luna mientras grito con todas mis fuerzas que sí pasan cosas, que me siento mal y que ya se me olvidó cómo es hablar si no tengo una hoja en blanco frente a mí.

Me gustaría gritar que algunas veces me siento un fracaso, que me presiono demasiado por ser esa persona a la que puedas querer pero en la que jamás te vas a fijar. Por eso mejor escribo sin sentido, para no contarte que amo mi trabajo pero que los últimos días del mes me tenso tanto que me dan ganas de llorar, que algunas veces pienso que los pies de los usuarios del tren ligero están pegados al plástico negro que sirve para amortiguar los pasos y que me da miedo que si me quedo quieta el tiempo suficiente yo también me quede unida a ese transporte. Y también que el otro día estuve sentada mucho tiempo mirando un elevador y me di cuenta de que lo más desagradable de los edificios modernos es que dejan las cosas al desnudo, les arrancan el misterio. Ese mismo día pensé que lo peor que le podría pasar a una relación es quedarse como ese edificio y que las personas que siempre dicen la verdad están vacías. Por eso creo que las relaciones más sinceras son las que tienen mayores probabilidades de fracaso. Claro, nada de esto podría saberlo porque nunca me he quedado pegada en el tren ligero ni he sido un edificio lleno de cristales ni tampoco creo en las relaciones totalmente honestas.

Muchas veces quiero hablar sin sentido, sin interesarme por si me escuchan o si me leen, pero termino hablando contigo sin que tú te des cuenta. ¿Por qué será que quiero que tú te enteres de que existo cuando ni siquiera sabes que te estoy hablando a ti en secreto, cuando platico con el aire y mis demonios? No tengo idea, sólo es una esperanza de ganar la guerra tras las miles de batallas perdidas. Porque ni tú sabes que te hablo a ti ni yo quiero que sepas, porque tal vez el concepto de ti que tenía antes se ha ido desdibujando con nuestra convivencia. Porque ya dejé de idealizarte hace mucho, pero tampoco me acerqué del todo a trazarte como eras.

Hay gente que irrumpe mis pensamientos, mi plática conmigo misma y contigo, que mete ruido en esas ideas gaseosas y amorfas que se van haciendo sólidas conforme las tecleo. Ni siquiera sé que voy a escribir, pero seguramente ya nadie está leyendo... ¡Qué más da! Este post es mío y no tengo ganas ni de arreglarlo ni de compartirlo con nadie (más que contigo, pero tú no sabes que eres tú y yo ya tampoco estoy segura de que seas tú a quien le hablo)...

El otro día escuché una frase bonita. No me acuerdo cuál era, pero sí que me gustó y que sonaba bien... Últimamente eso me ocurre mucho, ¿sabes? Recordar que algo pasó pero no poder precisar bien qué. Creo que debería ir al doctor, pero me da miedo que me encuentre algo raro, una enfermedad que me vaya a hacer explotar dentro de unos días o que me declare incapaz para vivir. Sé que eso no va a pasar, pero igual me da miedo.

Algunas veces no puedo decir bien lo que pienso y otras muchas digo son pensar bien. Y es raro porque en ese momento creo que sí estoy haciendo las cosas de manera coherente y me encuentro con que no. ¿Será el cansancio? O a lo mejor es que con tantas cosas que tengo en la cabeza ya me estoy volviendo loca, que todas mis palabras y mis silencios se confunden entre ellos y dicen cosas que no vienen a cuento. Todo se puede, porque algunas veces pasan cosas raras...

Raras como que ahorita estoy escribiendo sin sentido para mi blog, ése que nadie lee de verdad sino para quedar bien conmigo, el que no tiene futuro y no me va a dar nunca dinero porque... pues porque no. Ésa es otra, ya me di cuenta que me aterra no vivir bien, quedarme sin dinero y ser pobre. Ser pobre siempre me ha dado miedo, por eso llevo semanas pensando en casarme y dejar que alguien se haga cargo de mi seguridad económica. Sé que es una tontería, que las cosas no están como para eso y que no estoy estudiando para luego casarme y dejar todo en un cajón. Pero lo pienso. Y eso me da miedo. Es que en el pensamiento nace todo, como esta idea de ponerme a hablarle al espacio y esperar que alguien descubra qué es lo que está mal conmigo o que decida simplemente cerrar esta página para nunca más volver.

Pero no me importa, sólo quería hablar, quería que tú me leyeras porque de otra manera mi voz es demasiado alta y te molesta. Siempre dices que te grito y yo no me doy cuenta... También quería hablar conmigo, sacar de mi cabeza todas las tonterías que tengo guardadas y que me afectan. Quiero liberarme de todo, por eso no escribo para ti sino para que, con suerte, en algún momento me leas... O sólo para leerme yo en otro momento y decir "¿Cómo fui capaz de publicar esto?" y al final de este post me dé cuenta de que lo hice porque ya no me importa lo que pase, que me vale un reverendo cacahuate. Por eso ni chequé la ortografía (y seguro que me voy a agobiar por eso después), porque ya me aburrí de querer ser perfecta... y porque la ventana de mi cuarto está abierta y me está dando frío en los pies. Además, ya me perdí la mitad de la novela, pero ¿qué importa? Llevo muchas palabras para decir nada. Y eso era justo lo que necesitaba: hablar mucho sólo para borrar las palabras de mi cabeza, para quedar más clara y entender que no importa cuánto diga, al final ni cuenta nos vamos a dar. Porque ni tú sabes quién soy ni yo sé quien eres tú. Porque a lo mejor los dos somos yo... o los dos no somos nadie y por eso no decimos nada, pero escribimos mucho como para cansarnos y dejar de pensar.