domingo, 20 de febrero de 2011

Dejo...

Y ahora, careciendo oficialmente de toda mi cordura, te lego a ti mismo, porque fuiste tan mío como yo fui tuya. Ahora, en este efímero ocaso de mi eterna muerte en vida decidí que no hay nada más digno de entregarte.

Podría darte mis cosas, mi autor y mi casa si así lo quisiera, pero no lo haré porque sería vulgar entregarte algo tan frío como muestra de mi calidez. Te dono, en cambio, mis sueños guardados en aquella cajita forrada de tul. Sé que la cuidarás mejor que nadie porque muchos de ellos fueron compartidos por ambos, y otros fueron inspirados por esa cándida sonrisa tuya.

Te otorgo también, y sin derecho a réplica o devolución, cada una de mis miradas. Algunas enamoradas que dejé bajo la almohada y otras iracundas, violentas y cortantes que refundí en mi oscuro armario.

Tuyos son todos mis pasos, sin embargo, no te donaré mis pies. Quédate mejor con todas aquellas huellas de tennis, zapatillas o pies descalzos que recorrieron tu corazón y marcaron nuestra vida.

Ahora ve y abre el cajón donde viven todas las pinturas de mi alma y saca una pequeña hoja de papel tornasolada con bordes arrugados. Cuando la mires, encuentra todos esos manchones y extraños colores que forman las muchas historias de una vida compartida por dos. Admira todos los poemas visuales que formaron mis sentimientos alrededor de ti. Luego, guárdalos de nuevo en tu cartera y sigue adelante.

Te regalo, al final, mis lágrimas para que tú no tengas que llorar, par que dediques a mis pensamientos una de esas sonrisas que tanto amé. Aquella tierna fotografía que guardo de ti.


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Nota al pie: Este legado, escrito por primera vez en los estertores de 2009, tiene un destinatario particular. Desgraciadamente, él decidió tomar la valija de sus recuerdos y salir, a la mitad de la noche, por la puerta trasera de mi vida. Fue algo tan repentino, que incluso salí con un quinqué a buscarlo entre las penumbras, sin darme cuenta que no puedo encontrar a quien no quiere ser encontrado. Así que, como una carta leída en un funeral, un pacto entre aquel que ha partido y los que le desean un buen viaje, he decidido publicar esto. La ironía es que, testé a favor de un muerto...y yo no creo en la resurrección del tercer día.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

No tengo mucho por comentar, además de decirte lo mucho que me cautivan tus escritos. Son tan fuertes y tan suaves al mismo tiempo.

Hiciste que mi corazón se estrujara fuertemente y que mis ojos quisieran echarse a llorar...

Tanto que lo hicieron.

Besos.

Pd.
No sé... A mi me gusta pensar que están en todos sitios, en la tierra, en el aire...y en nosotros mismos.. Who knows? Not me.

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