jueves, 16 de diciembre de 2010

Juramento

Muestrate sin miedo ante el rostro de tus enemigos.
Sé valiente y recta, que Dios te amará.
Habla la verdad siempre, aun si te llevará a la muerte.
Salvaguarda a los que no no pueden por sí mismos y
No hagas mal.


Ése es el juramento personal por el que encomendaré mi vida. No lo creé yo, pero la persona que me inspiró a comprometerme con esto es una de las más valiosas y queridas para mí. Así que, con esta nueva medida en mi vida, juraré ser fiel a mí misma.

domingo, 21 de noviembre de 2010

El ritual de ir acompañado al cine

Tal vez si fuese un poco más ortodoxa, o si no me atreviese a criticar de manera incisiva casi todas las cosas que se presentan ante mis ojos como "socialmente aceptables", me parecería de lo más adecuado realizar algunos rituales que se me antojan sin sentido. ¿Por qué realizamos en conjunto actividades que se diseñaron para experimentarlas en soledad? ¿Sólo porque nos es agradable y nos permite regodearnos en nuestro confort social?

Existen un millón de rictus sociales que no comparto. Algunos los sigo por costumbre o por no desentonar, finalmente, aunque heterodoxa sigo siendo un ser gregario, pero la mayoría los cuestiono por su inherente inverosimilitud. Ir al cine es una de ellas, pese a que no es la única.

Jamás me ha parecido una acción coherente ir acompañado a ver una película, o, todavía más radical, asumir que es parte intrínseca de una convivencia. El cine, al igual que un buen libro o un sencillo poema, forman parte de una experiencia interior en el cual el otro no puede intervenir. Dos personas nunca verán de la misma forma una película, por mucho que la vean juntos o que se esté transmitiendo en más de 1 millón de salas en todo el mundo. Así, una buena película se convierte en una adorable catarsis interior donde no se habla, no se comenta y se deja de vivir por escasa hora y media (en promedio).

Una vez puesto esto en consideración, ¿por qué van en paquetes? Una amiga dijo que es para "compartir soledades", pero eso no es parte de una interacción social real. No tiene sentido, claro, a menos de que los dos cumplan el pacto tácito de callarse y de ser individuos alienados de sí desde que se transmite el logo de la compañía cinematográfica hasta que abandonan la sala... Así de fácil y precario.

Al cine nadie va a escuchar la interesante oleada de comentarios que tienen las personas de al lado, ni a escuchar a los niños pequeños gritar o removerse en el asiento como si hubiese "pica-pica" en su ropa. Tampoco vamos a "disfrutar" de los murmullos o de las ingeniosas tonadas del celular de alguien en un recóndito lugar de la sala donde impera el anonimato. No escuchar ni ver, ni pensar siquiera en algo que nos distraiga de la trama.

El cine es como un libro. Se vive individualmente, porque hacerlo parte del colectivo resulta estresante y moroso. Podrá ser comentado, claro, pero, definitivamente, no es un desplante de maneras sociales ni, por mucho que lo quieran ver así, el óptimo lugar para estar con otra persona.

Vivan el cine, vivan la película, vivan la ficción... solos o en solitaria compañía, eso no me interesa. Sólo me pronuncio en contra de esos rituales sociales donde, de interacción social, no existe un carajo. Mejor irse a tomar un café, a rondar por una plaza comercial durante horas, a comer o a otro lugar donde sea aceptable relacionarse con otros.

Quizás esto se deba a que mis mejores memorias en un cine se dieron cuando fui totalmente sola, en horarios imposibles para la mayoría de la gente y me pude sumergir por completo en otros cuerpos y fungir como un espectador omnipresente y omnisapiente. Quizás es porque jamás he visto con buenos ojos ir acompañado a un sitio donde debes estar en silencio... pero, en fin, mis percepciones sobre esta masificación individual que se vive y se erige como algo deseable y bueno no son universales. Sigo siendo esa rareza con tendencias sociopatas a la que ustedes siguen leyendo porque algo de verdad encontrarán en mis palabras.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Aléjate

No te me acerques, que tu tacto me quema la piel.

No me hables, tus palabras perforan mis oídos hasta envenenar mi corazón.

No me veas, porque es entonces cuando se torna más insoportable la realidad y se me estruja el corazón.

No existas, tal vez entonces te vuelvas un sueño.

Detesto recordarte, entender que no hay en ti nada malo ni que yo te orillé a esta determinación. Procuro olvidar todos y cada uno de los momentos a tu lado, no me creo preparado para lidiar con tantas maravillas, con el recuerdo de un amor que prometimos que duraría pero murió sin siquiera darnos la posibilidad de guardarle luto. Se esfumó como una pompa de jabón.

Me dueles, con la vida y con todo mi ser. Me dueles hasta llevarme a la locura, hasta hacerme desear no sentir nada, creerte un sueño y pensar en hacerte desaparecer. Pero no puedo porque te llevo en el pecho, clavado en lo más hondo y vital de mi pútrido corazón, como un inquilino moroso al que no puedo ni podré sacar.

¡Maldito seas por permitirme amarte, sin saber si tú lograrías sentir lo mismo! Jugaste conmigo, con ese pobre e iluso clavo que debía sacar a otro. Porque tú lo único que deseabas era alejar de ti el fantasma de aquel amor malsano, de esa persona que demostró poderte lastimar como tú ahora me hieres a mí. Y, tal vez— sólo tal vez—yo lo supe desde siempre pero no lo quería asimilar. Prefería vivir en un mundo de ilusiones, donde todo era rosa y yo podía tomarte de la mano con la esperanza de que los días se sucedieran hasta llevarnos al final de nuestras vidas juntos. Eso era lo más cómodo, lo deseable, el único camino por el que esperaba poder transitar en busca de la felicidad.

Pero, para ti no fue así.

Optaste por irte, por tirar esos castillos que construimos con cartas de baraja, demostrando que no crees en el azar ni en el destino ni en ninguna de las cosas que me hiciste pensar que existían. Pero ni siquiera fui capaz de odiarte por ello. Eso es lo que más duele, lo que más atenta contra mi frágil integridad.

No te odio, ni creo llegar nunca a odiarte. He ahí el problema más importante. Hasta el seguir adelante me lo has vuelto complicado, y el olvidarte se me antoja una tarea imposible. Te llevo dentro y te sigo amando con todo el fervor y toda la intensidad de mi ser. Sigo pensando que tú eres quien la persona indicada para mí, pero que no es el momento indicado para nosotros. Que debo aprender algo de todo esto, que debo habituarme a vivir sin ti durante mucho tiempo… o tal vez por siempre. No lo sé.

Pero por hoy, tan sólo por hoy permíteme seguir adelante. No quiero aferrarme a ti para hundirme en el tiempo pasado, ni tampoco deseo que seas mi ancla hacia el presente. Sólo quiero que sepas que no te odio, pero que tampoco pienso perdonarte. No hay nada qué perdonar.

Te amo, así como eres, sin embargo no me haces bien. No eres lo que quiero ni lo que busco en este momento… pese a que te he buscado toda mi vida y quiero compartir lo que soy contigo.

Elegí entregarme a ti, y no me parece que fuese un desacierto. Sólo que ya no es nuestro tiempo y no tolero estar junto a ti. Me haces necesitarte cuando quiero dejar de hacerlo. Amarte cuando deseo hacerte a un lado y permitirle a otros amores albergarse en mí.

Anhelo volver a vivir y enamorarme de la vida. No seas egoísta y dame permiso.

Aléjate de mí y permíteme volver a ser yo…

miércoles, 27 de octubre de 2010

Renacimiento

Tuve miedo antes, me aterró la vejez, la perspectiva de la muerte el miedo mismo que me hace un nudo en la garganta. Pero ayer hice las paces conmigo y hoy tengo la fuerza y la madurez suficiente como para emprender este nuevo sendero de la vida.

Siempre es un buen día para elegir hacer las cosas bien, para enmendar errores, para estar en paz contigo misma aunque el mundo no esté en comunión con tus ideales. Cada día es el día perfecto para sonreír, para bailar, para reír y para decidirte a ser feliz o un poco más sabio. El presente es cuando puedes aprender algo nuevo, aprender de tu pasado y separarte de él para poder abrazar al futuro. Pero hoy, en especial el día de hoy, es el mejor día para vivir.

He decidido no seguir cargando con las maletas de mis frustraciones, cortar de tajo todo lo que me ata al pasado, al nosotros, a ti... Seré una mujer nueva, que no te olvidará pero aprenderá a estar sin ti. Una persona totalmente capaz de amar, de sentir, de experimentar y de nunca arrepentirse. Por eso hoy te digo adiós. Fuiste importante, te quise, te amé...te amo, pero me amo más a mí. Soy mi prioridad y como tal sé cuándo eliminar el equipaje de más. No te pido perdón, porque no lo amerita. Tú tomaste tus decisiones y sé que me dejarás a mí tomar las mías, sin recelos ni jueguitos tontos. La decisión que toman dos amantes que se separan al nacer la mañana, en ese momento de oscuridad total, justo el que precede a un nuevo amanecer, a un nuevo día con oportunidades para vivir.

Así que, adiós...por el momento no te necesito, ni te quiero a mi lado. Seré una persona nueva que recuerda y saluda al pasado por el otro lado del cristal. Tú no estás invitado a venir.

En los renacimientos, haces de ti una mejor persona, como el fénix que renace de sus cenizas y se perfecciona. Es por eso que hoy yo elijo renacer, ser nueva, ser mejor, ser más libre, más pasional y más racional. Vivir en la contradicción que realmente es una afirmación, gritar y susurrar igual que siempre, bailar y mojarme en la lluvia, cantar donde todos callan y sonreír en los momentos de más lágrimas. Así he vivido siempre, mejorándome, siendo el mejor proyecto de persona que puedo ser... porque es lo único que puedo hacer.

He vivido lo mejor que puedo, he amado, he llorado, he sufrido, he dejado y sido dejada, he cambiado, aprendido, madurado, reído, corrido, saltado, bailado, actuado, pintado, contado, leído, estado y sido lo más apta que puedo para sobrevivir en la vida que yo elegí. Soy quien elijo ser, viviendo la vida que elijo vivir. No me arrepiento de nada, sé agradecer la enseñanza y siempre me divierto en este camino de la vida.

Por eso hoy es un día paradógico y contradictorio. Es un día de adioses y de nuevos inicios.

¡Feliz cumpleaños a mí!

martes, 14 de septiembre de 2010

Adicta reincidente

Alguna vez me juré no alejarte de mí, pero sí evitar que tocases mi presente con tus alas de futuro. Y creía que lo había logrado, ¡malditas ilusiones diseñadas para tirar el espíritu! No me di cuenta, en mi insulsa puerilidad, que jamás te pude desprender. Soy una adicta a ti, a tus efímeras muestras de afecto y a tu cálida frialdad.

El que dijo que los drogadictos se curaban y podían hacer una vida normal seguramente no había probado la marihuana en su vida, ni tampoco se había enamorado con más pasión que la que sientes por una cuchara de té. Si lo hubiese hecho, se habría dado cuenta cuán torpes eran sus palabras: Quienes somos adictos a alguien no podemos sencillamente sentirnos mejor y actuar como rehabilitados sociales; siempre tendremos en la mente y en el corazón a aquel que nos dejó marcados con un acero al rojo vivo.

Y, yo estoy marcada con tu nombre, con tus ideas, con las horas en que platicábamos pese a ser víctimas del sueño. Pensé, insulsamente, que me podía recuperar de ti, hacerte a un lado y vivir el presente de la mejor manera que puedo mientras sueño con el futuro... pero todo indica que me equivoqué en este plano de vuelo y que voy cayendo en picada hacia ti otra vez.

sábado, 24 de julio de 2010

Me gustas sin nombre

Dicen por ahí que las relaciones son complicadas, pero ¿de verdad lo son? No dudo que tengan altibajos, como todas las cosas, o "rachas" buenas y malas. Eso es normal, finalmente todos somos humanos. Sin embargo, creo que existe un factor que complica más las cosas: nuestra afición casi patológica por nombrar las cosas.

Anteriormente, se le daba nombre a las cosas para dejarles de tener miedo. Es por eso que el rayo se llama rayo, que los lobos se llaman lobos y que el amor se llama amor. Simplemente, cuando podemos meter en una categoría las cosas y darles un nombre, dejamos de tener miedo de ellas y creemos, erróneamente, que conocemos las sensaciones. Pero, ¿qué insulso puede describir una emoción? Y no, no me refiero a las comparaciones. Son cosas que se sienten, o cosas que nosotros sabemos gracias a nuestro conocimiento previo de mundo. Entendemos cuando alguien está enojado, cuando está triste, cuando está enamorado... pero no porque un libro nos diga "estás enojado cuando te sientes así y así". Y, si semejante libro existiera, sería una reverenda porquería.

¿A qué va todo esto? Necesito encontrar las palabras para expresar lo que no se puede decir. Por lo menos no con un alfabeto y varias sílabas. Necesito palabras para instarlos a saber lo que no es nominable. Pero no es fácil, porque incluso cuando digo "nada" estoy haciéndola "algo".

Querer es... querer. De esas cosas que sabes. No necesitas preguntarle a nadie si lo quieres (a lo más, te lo preguntas a ti misma), ni saber cómo lo quieres. Yo, por ejemplo, quiero a alguien, pero no lo quiero como amigo, ni como novio (no lo somos), ni como amigovio, ni como nada similar. Lo quiero. Mucho. Diferente. Sin nombre.

Y no necesito ponerle una definición, ni meterlo en una cajita. Lo quiero porque es él, porque significa cosas para mí, porque me gusta cómo piensa, porque me atrae... pero no lo quiero de la misma manera que quiero a, ni lo quiero como... No. Lo quiero. Así, innombrable, único y diferente. Y, con que yo lo sepa basta.

No nos mintamos a nosotros mismos, querer es. Y ya. Tan misterioso como conocido, tan hablado como poco entendido. Querer es único, es especial, es individual, es reflexivo y es innombrable. Por lo mismo, procuremos no frustrarnos por nuestra necesidad de comparar con otros amores y con otros queridos.

Les regalo una última frase, que quizás se entienda más con lo que acabo de explicar.

Me gustas porque no tienes nombre. Cuando lo tengas, quizás ya no me gustes como ahora porque no serás tan libre, sino que te ataré a las cadenas de mi propia cárcel. Ya no serás tan tú; serás "como él".

miércoles, 21 de julio de 2010

Carajo

Publicado por primera vez el 5 de junio de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro.

Idem.

Rara

Publicado por primera vez el 12 de febrero de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro

Me siento rara cuando tú no estás.

Casi como si fuese una inútil muñeca de porcelana que ha sido dejada a su merced a manos de un niño pequeño. Casi como un diente de león que sólo debe ser soplado para quebrarse y dispararse hacia el aire, donde sólo soy los retazos de mi yo original.

Odio que no estés porque ya no tengo un lugar en el cual guarecerme cuando el mundo se vuelve un lugar insoportable para estar. Y porque no puedo ver las cosas desde el caleidoscopio que me das para tornarlas a mi gusto.

Me fastidia que no estés porque me siento rara. Porque no me siento enteramente yo… y todo porque me faltas tú.

Fondue a la mexicana

Publicado por primera vez el 9 de febrero de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro.

Hoy toca hacer un breve comentario sobre gastronomía.

¿Se han dado cuenta de cómo la globalización afecta hasta lo que comemos? La mezcla de culturas que se vive día con día, invariablemente afecta igual en el campo culinario. Ahora lo que acostumbrábamos comer se ha internacionalizado a tal grado que, a cualquier lugar que llegue, se le pone un sello personal. Casi como una especie de Copyright a los productos creados en masa.

A mí me gusta el chile y también el fondue. Sí, ese platillo típico francés hecho a partir de queso fundido… Sencillamente los dos son deliciosos y te dejan siempre con ganas de más. Si no fuera porque el primero provoca agruras, y el segundo es la grasa saturada hecha materia, los comería a diario.

Hay días en que se me antoja más un rico fondue que algo con chile, y viceversa. Creo que depende de mi humor… o tal vez sólo del complejo momento existencial que me supone tener que optar por uno o por el otro. Hay veces en que se me antoja el chile por la mañana y el fondue por la noche, pero la mayoría de las veces es al revés. Todo depende de mi precario humor o de mis ideas retorcidas consistentes en los valores nutricionales de ambos.

Me explicaré mejor. De otro modo podría parecer que me complico innecesariamente.

El motivo por el cual amo al chile es porque siempre pone ‘sabor’ a todo. Es fácil mezclarlo con las comidas y, dependiendo de mi humor, puede ser desde discretamente dulce hasta insoportable al gusto. Y, como un atributo del cual sólo este condimento goza, me deja esperando más. Invariablemente. Como si quisiera ver qué tan picoso puede llegar a ser, retando todos mis sentidos siempre que lo pruebo. Asimismo, dicen que entre sus bondades está el ser bueno para las articulaciones, para la agilidad mental y para el sistema nervioso (já, hablando de mis nervios atrofiados).

Por otro lado, está el fondue. Es delicioso y puedes sentirlo derretirse siempre que te lo vas a llevar a la boca, al mismo tiempo que tú te carcomes por las ansias de probarlo. Además, llega a ser desde dulce hasta fuerte, pero jamás desagradable a la vista o al paladar. Incluso se podría decir que el queso derretido es tímido; sólo lo puedes descubrir a fondo si lo dejas unos momentos en tu boca antes de pasártelo.

Quizás me podrían cuestionar: ¿Por qué no, si te gustan ambos, comes fondue a la mexicana? Así, con chile y queso mezclado al más puro estilo de la tierra Azteca… Y yo responderé que, tristemente, no es algo posible para mí. De momento, — porque a futuro no aseguro ni mi vida ni mi estabilidad mental—.

El motivo es precario. Para mi desgracia, el fondue no da mucha entrada para comerse en compañía, y, si bien al chile no le importaría que su sabor fuera opacado por el queso de vez en cuando —es un poco más entendido en ese aspecto— es ‘desinteresadamente posesivo’. Inexorablemente, el chile se impondría sobre el delicado sabor del fondue o, fijo, yo sería quien le daría la supremacía a alguno de los dos.

Ésa es la situación con la buena cocina. Que la globalización no aplica para ciertos aspectos…

…Y menos si de hombres se trata.

Mierda

Publicado por primera vez el 5 de febrero de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro


Y, es que la mierda… la mierda simplemente te cae encima.

Es como si siempre que te esfuerzas en atisbar la luz al final del túnel, el culo del destino te saludara con una lluvia de mierda. Y no puedes hacer nada por cambiar esa situación, porque tú estás abajo, subordinado a cualquier clase de porquerías que aquel enorme culo te quiera lanzar. Sí… Así es.

Pero, no hay más remedio porque la mierda…la mierda simplemente te cae encima.


Te quiero

Publicado por primera vez el 30 de enero de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro.

Cada vez que te digo te quiero, te lo digo de verdad.

Cada vez que te digo ’te quiero’, mi alma te grita que quiere estar contigo para siempre. Que sufre si tu sufres, que ríe si tú ríes de la misma forma y que quiere pasar contigo todo su efímero existir. Casi como si desease que tú la escucharas a ella y no a esas palabras mudas, depreciadas por su uso cotidiano. Aquellas infames que morirán antes siquiera de llegar a tus oídos, volándose con el viento hasta los parajes del olvido.

Y quiero llorar cada vez que te lo digo, porque sé que no vas a poder comprender la complejidad detrás de esas ocho mal habidas letras. Porque tú me ves como yo no quiero que me veas, y estás totalmente ciego ante la triste realidad de que para mí un ’te quiero’ no es menos que un: Quiero llorar contigo por las lágrimas que tú no vas a derramar, un quiero afrontar mis peores miedos a tu lado porque eres quien me da seguridad. Porque tú no sabes que cada vez que te siento a mi lado soy la más feliz del mundo, la más fuerte, la más inteligente. La más mujer.

Y es que mis te quiero guardan muchos te amo en su interior. Te amo por lo que eres, y no por lo que veo de ti. Te amo porque me conoces. Te amo porque estás conmigo y me permites estar contigo, incluso cuando yo soy una cría que no desea ver. Te amo porque me dices mis fallas sin un resquicio de piedad, pero me muestras con paciencia cómo hacerlo mejor. Te amo porque contigo soy quien puedo ser y no quien debo ser…

Te amo por ser tú. Por ser como eres. Por tus silencios. Por tus palabras. Porque me dejas amarte en silencio y entregarte todo lo que soy, sin reservas ni condiciones.

Y es por eso que cada vez que te digo que te quiero, te lo digo de verdad. Sin comprometerte a decirme nada… ni siquiera a escucharme. Te lo digo con todo lo que tengo dentro de mi pútrido ser, y no como palabras vacuas. No te lo digo para que me creas, ni para vanagloriarme de tu afecto.

Te lo digo porque lo siento. Porque te amo y te lo disfrazo de te quiero. De verdad.

Doce

Publicado por primera vez el 30 de enero de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro

Doce uvas.

Doce ilusiones que son masticadas antes siquiera de ver la luz de su efímera existencia.

Doce promesas que sabemos que no vamos a cumplir.

Doce campanadas que no anuncian el tiempo que llega, sino el que se ha ido para no volver.

Doce, siempre doce. Un número patológicamente maldito.

Vida

Publicado por primera vez el 19 de agosto de 2009 en Pensamientos en Blanco y Negro.

Estar vivo es un placer del que pocas personas pueden jactarse. Un privilegio que, en una sutil manera les separa del resto de los que respiran y se limitan a existir… un privilegio del cual yo no gozo.

Sepia

Publicado por primera vez el 26 de julio de 2009 en Pensamientos en Blanco y Negro.

…Y lo amaba.

Por mucho que le doliera admitirlo, por mucho que se desgarrara cada vez que su mente evocaba ese pensamiento, lo amaba.

Era todo tan confuso, tan doloroso, tan…terriblemente rastrero. Abyecto, pero no por ello dejaba de amarle.

Muy a su pesar… lo amaba.

Mediocridad

Publicado por primera vez el 27 de junio de 2009 en Pensamientos en Blanco y Negro

Hoy llovió mediocridad.

Ayer llovió mediocridad.

Pareciera que todos los días el mundo se empapa un poco más de este horrible vicio que estamos adquiriendo como raza y cultura. Estamos empezando a depender de absolutamente todos los avances tecnológicos y estamos perdiendo la capacidad de superarnos a nosotros mismos. Ya no somos parte de esa cultura de hombres y mujeres que se empeñaban por hacer las cosas lo mejor posible, ni mucho menos buscamos ser un ejemplo a seguir porque todo lo que nosotros podríamos lograr a base de esfuerzo lo consigue una máquina con el simple pulsar de un botón.

Estamos tan habituados a lo desechable que, sin quererlo ni desearlo pero tampoco impedirlo, nos estamos convirtiendo en mediocres perfectamente desechables nosotros también. Creemos que todo lo que hacemos puede estar “hecho a medias” porque en poco tiempo se volverá irrelevante y obsoleto cuando realmente no es así.

La superación personal, cosa que se pregona indistintamente en libros y en anuncios comerciales, se está volviendo únicamente algo similar a un lema de compañía que carece de importancia porque, para bien o para mal – desgraciadamente más mal que bien – todo ha comenzado a girar en las cosas mal hechas.

Basta con mirar los productos nacionales o los internacionales, las marcas afamadas de ropa juvenil o cualquier elemento que nos rodee: Ya nada está diseñado para ser duradero, sino que está hecho para ser rápidamente desechado y, ¿para qué esforzarse en hacer las cosas bien si no tendrán más tiempo útil que un par de meses?

La tecnología, las tendencias y la sobresaturación que se vive diariamente en la sociedad están favoreciendo a fomentar la mediocridad y la falta de ánimos o cosas bien hechas. Todo se vuelve obsoleto, todo se descompone y entra y sale indistintamente de un planeta donde ya no existe el espacio para algo que no sea la renovación. Hoy en día no queda espacio para nada que merezca más de cuarenta y cinco segundos de atención porque aparecen más y más cosas que compiten de manera directa con él.

Las personas vivimos tan inmersas en el mundo del plástico que olvidamos que la vida es algo más relevante que una envoltura de papitas fritas o que una chaqueta. No esperamos nada más en la vida que lo que nos puede provocar el efímero placer instantáneo pero no buscamos lo que pueda acarrear bienestar a largo plazo. ¿Eso podría ser considerado hedonismo?: No, es vil y pura mediocridad.

Asimismo, el colectivo que habitamos en este mundo hemos comenzado a volvernos las propias víctimas de nuestros impulsos; queremos algo rápido y bien hecho, cosa realmente poco posible; no porque sean excluyentes la una de la otra, sino porque hemos olvidado cómo hacer las cosas bien en poco tiempo y confundimos la eficiencia con la prontitud. Pensamos ¿a quién le interesa si está bien hecho?: Pues debería interesarnos a nosotros, por lo menos.

En vez de pasar valioso tiempo pensando en “a quién le importa” debería entrar la consideración de “¿cómo podría estar mejor?”. Debemos poder ser competitivos y deshacernos de la cadena de la mediocridad para poder hacer algo por nosotros, salir adelante y hacernos responsables por nuestras acciones y los conflictos – o no – que ellas ocasionen. En lugar de creer que vivimos en un mundo donde somos víctimas de las tendencias y de la saturación comercial, aislados de cualquier cosa duradera que pueda proveer cosas saludables a nuestra existencia, sin remedio alguno deberíamos intentar mejorar en cada aspecto de nuestra vida, incluso si “a nadie le interesa” es la mejor manera de cambiar la percepción de la tediosa monotonía en que estamos inmersos y donde lo novedoso, irónicamente, ha perdido la frescura de la novedad.

La diferencia entre una víctima de las circunstancias y aquel que se sabe en el control de su existencia, y logra así cambiar su entorno y contagiar a las personas, es que el primero eligió la salida fácil: la mediocridad y la esclavitud mediática mientras que el segundo sabe que, si bien no puede cambiar aquello que no le toca es suficiente con intentar ser mejor cada día.

Los milagros están depreciados

Publicado por primera vez el 23 de junio de 2009 en Pensamientos en Blanco y Negro. En recuerdo de mi querida amiga Esthela de la Luz Valles Vindiola, que en paz descanse.

Todos hemos querido presenciar algún milagro, algo que nos haga creer en que el orden cósmico del universo existe, alguna nimiedad que nos haga sentir importantes dentro del rol que ejercemos en nuestra propia vida. Queremos encontrar una especie de moneda de oro que nos permita ponernos en contacto no ya con los demás seres que nos rodean en el día a día, sino con nosotros mismos.

Buscamos la felicidad en lugares que creemos inalcanzables, fijamos metas tan difíciles de alcanzar que rayan en lo ridículo y cuando las alcanzamos a base de sudor y lágrimas nos damos cuenta de que, irónicamente, la felicidad no se encontraba ahí. Creemos que podremos presenciar un milagro sólo si buscamos con ahinco en todos y cada uno de los rincones del mundo sin darnos cuenta -¡Dios, qué ciegos podemos llegar a ser!- que todas las cosas maravillosas yacen precisamente sobre nuestros pies, frente a nuestras narices.

Los milagros se exhiben delicadamente con matices que cómodamente llamamos cotidianeidad, normalidad, sin saber que son las pruebas del milagro más profundo que puede existir: Estamos vivos, formando parte del mundo.
Si todo mundo lograra comprender que para experimentar un milagro basta sólo con empaparnos en la vida que nos rodea, conocernos lo suficiente como para no ser traidores a nosotros mismos, las cosas serían bastante más sencillas para todos.

Un amigo es un milagro, poder darse un baño de sol es un milagro, respirar es un milagro al cual estamos tan acostumbrados que olvidamos tomarlo en cuenta.
Diario experimentamos mucho, el día está lleno de “instantes mágicos” -como los llamaría Coehlo- pero no los sabemos apreciar porque la molesta e innecesaria venda de la soberbia y de la ambición nos embriaga.
Parece que las personas sólo buscan pretextos para ser infelices sumergiéndonos en el tedio, depreciando todos esos milagros que nos embriagan día con día; sin tomar siquiera un momento para detenerse y observar que vida sólo hay una y debemos vivirla al máximo.

Crónicas de una fusión anticipada

He determinado que, si mi Wordpress y mi blog cumplen con la misma función elemental (dejarme llevar por la suave prosa y embriagarme en mis pensamientos) no existe un motivo real para tenerlos los dos. Además, realmente no actualizo frecuentemente ninguno...

Por lo mismo, cambiaré todo lo que tengo en
Pensamientos en Blanco y Negro para acá. Por lo demás, todo seguirá como siempre xD

domingo, 6 de junio de 2010

Amar

Mucho se ha dicho sobre el amor sólo para concluir que nadie sabe a ciencia cierta lo que es. Dicen que aquel que lo define es mediocre, incapaz de sentirlo. Yo creo que el problema radica en que nadie tiene palabras suficientes y precisas para describir algo tan terriblemente complicado y enrevesado. Yo misma dudo mucho poder definir algún día el errático y viciado concepto que ha cautivado a todos desde que el mundo es mundo, pero me he puesto a pensar muchas veces en amar, sí, el verbo y no el mal entendido adjetivo.

Amar es entregarse, ser egoísta y dejarse caer al vacío desde un risco pese a saber que no tenemos alas y que el viaje siempre termina en un impacto. Amar es dejar de entender el mundo a la vez que nos sumergimos en la vorágine de nosotros mismos. Amar es odiar, sí, odiar con todo nuestro ser el no ser tan independientes como creíamos, ni tan inteligentes ni tan avispados, pero aprender a seguir adelante. Es arrebatar al mundo lo que es vital para nosotros, atesorarlo en un rincón de nuestro pecho y usarlo como medida emergente en las noches sin luna. Amar es perder el precepto de que sin excesos es mejor y embriagarse en el otro, reconocerse en ojos ajenos...

Amar es perderte y encontrarte al mismo tiempo. Así de contradictorio y de mezquino.

domingo, 28 de marzo de 2010

Atrevimiento

Y se atrevió entonces a mirar al sol. No tenía nada que perder pues él ya se había marchado y no volvería. No había nada más.

Subió poco a poco los escalones mientras prendía un pitillo y le daba una cansina calada.
¿Cómo se sentía? Ni ella misma lo sabía con exactitud; había dolor mezclado con alivio, desasosiego y gratitud. Todo lo que le quemaba las entrañas para bien o para mal escapaba igual que ese humo ennegrecido, haciéndola parecer ecuánime incluso mientras saboréaba el amargo desazón de ese último beso.

Su inestable universo interior se desquebrajaba y ahumaba, tiznándose de confusa oscuridad. Odiaba el amor porque, invariablemente, la hacía terminar en un paupérrimo estado. Aislada de su propio mundo y sabiéndose sola. Vulnerable.

Quería no recordarlo, olvidar que toda aquella desilusión había ocurrido, que
él había ocurrido, pero no pudo. Y logró sentir aquellas manos recorriéndola con castidad al tiempo que la maltrecha frase tabú de me importas se dibujaba en sus labios, acompañado del ácido sonido del adiós.

Y se atrevió entonces a mirar al sol, con los ojos derramando las perlas de un
Te quiero que jamás se pronunció.

lunes, 22 de marzo de 2010

¿Por qué orgasmos?

El título de este espacio podría resultar controversial para los más conservadores. Quizás, pueda también generar morbo entre los más adoctrinados en las prácticas sexuales alternativas. Depende total y completamente del lector; yo soy sólo una autora atormentada por sus propios pensamientos y que busca generar en ustedes orgasmos y antiorgasmos. Tal vez lo logre o tal vez no... Pero qué más da. Siempre pueden cerrar la página con el curioso botón rojo del borde superior.

La idea de que este espacio ostentara el nombre de una de las sensaciones más esperadas y placenteras para el hombre va, precisamente, porque la literatura también es capaz de generar el morbo y el orgasmo. Quizás mejor incluso que el repetitivo movimiento efectuado, por la complejidad con la que las palabras poco a poco se van hilando en nuestras consciencias, llevándonos a reflejar sensaciones que parecían innombrables. Porque los orgasmos se leen y se sienten con plumas que eyacularon en papel, con abyectas ideas esparcidas sobre las blanquecinas notas de un espacio en la web.

No con esto, y que quede claro desde el principio, quiero que este espacio sea erótico. Nada más alejado de mi concepción. Quiero presentar aquí mis pensamientos eyaculados durante los orgásmicos momentos en que me dedico a escribir. Quizás algunas sean historias originales nacidas en momentos de ocio y algunos otros comentarios sobre lo que tengo escrito en la red en el campo del Fanfiction. Tal vez uno que otro drabble ocasional diseñado específicamente para este espacio... Ni yo tengo manera de conocer esa información, que se me antoja tan imprecisa como perniciosa. Porque, al igual que el momento del clímax, todo se presenta difuso y desdibujado de su propia realidad.

Sin más, los invito a tener orgasmos, aquí y en todos los aspectos de su vida. Orgasmeen, hagan orgasmear y orgasmicemos el mundo. Leamos y escribamos orgasmos, que la vida no es más que una sesión de sexo donde tenemos que disfrutar de cada segundo.