miércoles, 21 de julio de 2010

Fondue a la mexicana

Publicado por primera vez el 9 de febrero de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro.

Hoy toca hacer un breve comentario sobre gastronomía.

¿Se han dado cuenta de cómo la globalización afecta hasta lo que comemos? La mezcla de culturas que se vive día con día, invariablemente afecta igual en el campo culinario. Ahora lo que acostumbrábamos comer se ha internacionalizado a tal grado que, a cualquier lugar que llegue, se le pone un sello personal. Casi como una especie de Copyright a los productos creados en masa.

A mí me gusta el chile y también el fondue. Sí, ese platillo típico francés hecho a partir de queso fundido… Sencillamente los dos son deliciosos y te dejan siempre con ganas de más. Si no fuera porque el primero provoca agruras, y el segundo es la grasa saturada hecha materia, los comería a diario.

Hay días en que se me antoja más un rico fondue que algo con chile, y viceversa. Creo que depende de mi humor… o tal vez sólo del complejo momento existencial que me supone tener que optar por uno o por el otro. Hay veces en que se me antoja el chile por la mañana y el fondue por la noche, pero la mayoría de las veces es al revés. Todo depende de mi precario humor o de mis ideas retorcidas consistentes en los valores nutricionales de ambos.

Me explicaré mejor. De otro modo podría parecer que me complico innecesariamente.

El motivo por el cual amo al chile es porque siempre pone ‘sabor’ a todo. Es fácil mezclarlo con las comidas y, dependiendo de mi humor, puede ser desde discretamente dulce hasta insoportable al gusto. Y, como un atributo del cual sólo este condimento goza, me deja esperando más. Invariablemente. Como si quisiera ver qué tan picoso puede llegar a ser, retando todos mis sentidos siempre que lo pruebo. Asimismo, dicen que entre sus bondades está el ser bueno para las articulaciones, para la agilidad mental y para el sistema nervioso (já, hablando de mis nervios atrofiados).

Por otro lado, está el fondue. Es delicioso y puedes sentirlo derretirse siempre que te lo vas a llevar a la boca, al mismo tiempo que tú te carcomes por las ansias de probarlo. Además, llega a ser desde dulce hasta fuerte, pero jamás desagradable a la vista o al paladar. Incluso se podría decir que el queso derretido es tímido; sólo lo puedes descubrir a fondo si lo dejas unos momentos en tu boca antes de pasártelo.

Quizás me podrían cuestionar: ¿Por qué no, si te gustan ambos, comes fondue a la mexicana? Así, con chile y queso mezclado al más puro estilo de la tierra Azteca… Y yo responderé que, tristemente, no es algo posible para mí. De momento, — porque a futuro no aseguro ni mi vida ni mi estabilidad mental—.

El motivo es precario. Para mi desgracia, el fondue no da mucha entrada para comerse en compañía, y, si bien al chile no le importaría que su sabor fuera opacado por el queso de vez en cuando —es un poco más entendido en ese aspecto— es ‘desinteresadamente posesivo’. Inexorablemente, el chile se impondría sobre el delicado sabor del fondue o, fijo, yo sería quien le daría la supremacía a alguno de los dos.

Ésa es la situación con la buena cocina. Que la globalización no aplica para ciertos aspectos…

…Y menos si de hombres se trata.

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