miércoles, 21 de julio de 2010

Mediocridad

Publicado por primera vez el 27 de junio de 2009 en Pensamientos en Blanco y Negro

Hoy llovió mediocridad.

Ayer llovió mediocridad.

Pareciera que todos los días el mundo se empapa un poco más de este horrible vicio que estamos adquiriendo como raza y cultura. Estamos empezando a depender de absolutamente todos los avances tecnológicos y estamos perdiendo la capacidad de superarnos a nosotros mismos. Ya no somos parte de esa cultura de hombres y mujeres que se empeñaban por hacer las cosas lo mejor posible, ni mucho menos buscamos ser un ejemplo a seguir porque todo lo que nosotros podríamos lograr a base de esfuerzo lo consigue una máquina con el simple pulsar de un botón.

Estamos tan habituados a lo desechable que, sin quererlo ni desearlo pero tampoco impedirlo, nos estamos convirtiendo en mediocres perfectamente desechables nosotros también. Creemos que todo lo que hacemos puede estar “hecho a medias” porque en poco tiempo se volverá irrelevante y obsoleto cuando realmente no es así.

La superación personal, cosa que se pregona indistintamente en libros y en anuncios comerciales, se está volviendo únicamente algo similar a un lema de compañía que carece de importancia porque, para bien o para mal – desgraciadamente más mal que bien – todo ha comenzado a girar en las cosas mal hechas.

Basta con mirar los productos nacionales o los internacionales, las marcas afamadas de ropa juvenil o cualquier elemento que nos rodee: Ya nada está diseñado para ser duradero, sino que está hecho para ser rápidamente desechado y, ¿para qué esforzarse en hacer las cosas bien si no tendrán más tiempo útil que un par de meses?

La tecnología, las tendencias y la sobresaturación que se vive diariamente en la sociedad están favoreciendo a fomentar la mediocridad y la falta de ánimos o cosas bien hechas. Todo se vuelve obsoleto, todo se descompone y entra y sale indistintamente de un planeta donde ya no existe el espacio para algo que no sea la renovación. Hoy en día no queda espacio para nada que merezca más de cuarenta y cinco segundos de atención porque aparecen más y más cosas que compiten de manera directa con él.

Las personas vivimos tan inmersas en el mundo del plástico que olvidamos que la vida es algo más relevante que una envoltura de papitas fritas o que una chaqueta. No esperamos nada más en la vida que lo que nos puede provocar el efímero placer instantáneo pero no buscamos lo que pueda acarrear bienestar a largo plazo. ¿Eso podría ser considerado hedonismo?: No, es vil y pura mediocridad.

Asimismo, el colectivo que habitamos en este mundo hemos comenzado a volvernos las propias víctimas de nuestros impulsos; queremos algo rápido y bien hecho, cosa realmente poco posible; no porque sean excluyentes la una de la otra, sino porque hemos olvidado cómo hacer las cosas bien en poco tiempo y confundimos la eficiencia con la prontitud. Pensamos ¿a quién le interesa si está bien hecho?: Pues debería interesarnos a nosotros, por lo menos.

En vez de pasar valioso tiempo pensando en “a quién le importa” debería entrar la consideración de “¿cómo podría estar mejor?”. Debemos poder ser competitivos y deshacernos de la cadena de la mediocridad para poder hacer algo por nosotros, salir adelante y hacernos responsables por nuestras acciones y los conflictos – o no – que ellas ocasionen. En lugar de creer que vivimos en un mundo donde somos víctimas de las tendencias y de la saturación comercial, aislados de cualquier cosa duradera que pueda proveer cosas saludables a nuestra existencia, sin remedio alguno deberíamos intentar mejorar en cada aspecto de nuestra vida, incluso si “a nadie le interesa” es la mejor manera de cambiar la percepción de la tediosa monotonía en que estamos inmersos y donde lo novedoso, irónicamente, ha perdido la frescura de la novedad.

La diferencia entre una víctima de las circunstancias y aquel que se sabe en el control de su existencia, y logra así cambiar su entorno y contagiar a las personas, es que el primero eligió la salida fácil: la mediocridad y la esclavitud mediática mientras que el segundo sabe que, si bien no puede cambiar aquello que no le toca es suficiente con intentar ser mejor cada día.

0 comentarios:

Publicar un comentario