sábado, 24 de julio de 2010

Me gustas sin nombre

Dicen por ahí que las relaciones son complicadas, pero ¿de verdad lo son? No dudo que tengan altibajos, como todas las cosas, o "rachas" buenas y malas. Eso es normal, finalmente todos somos humanos. Sin embargo, creo que existe un factor que complica más las cosas: nuestra afición casi patológica por nombrar las cosas.

Anteriormente, se le daba nombre a las cosas para dejarles de tener miedo. Es por eso que el rayo se llama rayo, que los lobos se llaman lobos y que el amor se llama amor. Simplemente, cuando podemos meter en una categoría las cosas y darles un nombre, dejamos de tener miedo de ellas y creemos, erróneamente, que conocemos las sensaciones. Pero, ¿qué insulso puede describir una emoción? Y no, no me refiero a las comparaciones. Son cosas que se sienten, o cosas que nosotros sabemos gracias a nuestro conocimiento previo de mundo. Entendemos cuando alguien está enojado, cuando está triste, cuando está enamorado... pero no porque un libro nos diga "estás enojado cuando te sientes así y así". Y, si semejante libro existiera, sería una reverenda porquería.

¿A qué va todo esto? Necesito encontrar las palabras para expresar lo que no se puede decir. Por lo menos no con un alfabeto y varias sílabas. Necesito palabras para instarlos a saber lo que no es nominable. Pero no es fácil, porque incluso cuando digo "nada" estoy haciéndola "algo".

Querer es... querer. De esas cosas que sabes. No necesitas preguntarle a nadie si lo quieres (a lo más, te lo preguntas a ti misma), ni saber cómo lo quieres. Yo, por ejemplo, quiero a alguien, pero no lo quiero como amigo, ni como novio (no lo somos), ni como amigovio, ni como nada similar. Lo quiero. Mucho. Diferente. Sin nombre.

Y no necesito ponerle una definición, ni meterlo en una cajita. Lo quiero porque es él, porque significa cosas para mí, porque me gusta cómo piensa, porque me atrae... pero no lo quiero de la misma manera que quiero a, ni lo quiero como... No. Lo quiero. Así, innombrable, único y diferente. Y, con que yo lo sepa basta.

No nos mintamos a nosotros mismos, querer es. Y ya. Tan misterioso como conocido, tan hablado como poco entendido. Querer es único, es especial, es individual, es reflexivo y es innombrable. Por lo mismo, procuremos no frustrarnos por nuestra necesidad de comparar con otros amores y con otros queridos.

Les regalo una última frase, que quizás se entienda más con lo que acabo de explicar.

Me gustas porque no tienes nombre. Cuando lo tengas, quizás ya no me gustes como ahora porque no serás tan libre, sino que te ataré a las cadenas de mi propia cárcel. Ya no serás tan tú; serás "como él".

miércoles, 21 de julio de 2010

Carajo

Publicado por primera vez el 5 de junio de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro.

Idem.

Rara

Publicado por primera vez el 12 de febrero de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro

Me siento rara cuando tú no estás.

Casi como si fuese una inútil muñeca de porcelana que ha sido dejada a su merced a manos de un niño pequeño. Casi como un diente de león que sólo debe ser soplado para quebrarse y dispararse hacia el aire, donde sólo soy los retazos de mi yo original.

Odio que no estés porque ya no tengo un lugar en el cual guarecerme cuando el mundo se vuelve un lugar insoportable para estar. Y porque no puedo ver las cosas desde el caleidoscopio que me das para tornarlas a mi gusto.

Me fastidia que no estés porque me siento rara. Porque no me siento enteramente yo… y todo porque me faltas tú.

Fondue a la mexicana

Publicado por primera vez el 9 de febrero de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro.

Hoy toca hacer un breve comentario sobre gastronomía.

¿Se han dado cuenta de cómo la globalización afecta hasta lo que comemos? La mezcla de culturas que se vive día con día, invariablemente afecta igual en el campo culinario. Ahora lo que acostumbrábamos comer se ha internacionalizado a tal grado que, a cualquier lugar que llegue, se le pone un sello personal. Casi como una especie de Copyright a los productos creados en masa.

A mí me gusta el chile y también el fondue. Sí, ese platillo típico francés hecho a partir de queso fundido… Sencillamente los dos son deliciosos y te dejan siempre con ganas de más. Si no fuera porque el primero provoca agruras, y el segundo es la grasa saturada hecha materia, los comería a diario.

Hay días en que se me antoja más un rico fondue que algo con chile, y viceversa. Creo que depende de mi humor… o tal vez sólo del complejo momento existencial que me supone tener que optar por uno o por el otro. Hay veces en que se me antoja el chile por la mañana y el fondue por la noche, pero la mayoría de las veces es al revés. Todo depende de mi precario humor o de mis ideas retorcidas consistentes en los valores nutricionales de ambos.

Me explicaré mejor. De otro modo podría parecer que me complico innecesariamente.

El motivo por el cual amo al chile es porque siempre pone ‘sabor’ a todo. Es fácil mezclarlo con las comidas y, dependiendo de mi humor, puede ser desde discretamente dulce hasta insoportable al gusto. Y, como un atributo del cual sólo este condimento goza, me deja esperando más. Invariablemente. Como si quisiera ver qué tan picoso puede llegar a ser, retando todos mis sentidos siempre que lo pruebo. Asimismo, dicen que entre sus bondades está el ser bueno para las articulaciones, para la agilidad mental y para el sistema nervioso (já, hablando de mis nervios atrofiados).

Por otro lado, está el fondue. Es delicioso y puedes sentirlo derretirse siempre que te lo vas a llevar a la boca, al mismo tiempo que tú te carcomes por las ansias de probarlo. Además, llega a ser desde dulce hasta fuerte, pero jamás desagradable a la vista o al paladar. Incluso se podría decir que el queso derretido es tímido; sólo lo puedes descubrir a fondo si lo dejas unos momentos en tu boca antes de pasártelo.

Quizás me podrían cuestionar: ¿Por qué no, si te gustan ambos, comes fondue a la mexicana? Así, con chile y queso mezclado al más puro estilo de la tierra Azteca… Y yo responderé que, tristemente, no es algo posible para mí. De momento, — porque a futuro no aseguro ni mi vida ni mi estabilidad mental—.

El motivo es precario. Para mi desgracia, el fondue no da mucha entrada para comerse en compañía, y, si bien al chile no le importaría que su sabor fuera opacado por el queso de vez en cuando —es un poco más entendido en ese aspecto— es ‘desinteresadamente posesivo’. Inexorablemente, el chile se impondría sobre el delicado sabor del fondue o, fijo, yo sería quien le daría la supremacía a alguno de los dos.

Ésa es la situación con la buena cocina. Que la globalización no aplica para ciertos aspectos…

…Y menos si de hombres se trata.

Mierda

Publicado por primera vez el 5 de febrero de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro


Y, es que la mierda… la mierda simplemente te cae encima.

Es como si siempre que te esfuerzas en atisbar la luz al final del túnel, el culo del destino te saludara con una lluvia de mierda. Y no puedes hacer nada por cambiar esa situación, porque tú estás abajo, subordinado a cualquier clase de porquerías que aquel enorme culo te quiera lanzar. Sí… Así es.

Pero, no hay más remedio porque la mierda…la mierda simplemente te cae encima.


Te quiero

Publicado por primera vez el 30 de enero de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro.

Cada vez que te digo te quiero, te lo digo de verdad.

Cada vez que te digo ’te quiero’, mi alma te grita que quiere estar contigo para siempre. Que sufre si tu sufres, que ríe si tú ríes de la misma forma y que quiere pasar contigo todo su efímero existir. Casi como si desease que tú la escucharas a ella y no a esas palabras mudas, depreciadas por su uso cotidiano. Aquellas infames que morirán antes siquiera de llegar a tus oídos, volándose con el viento hasta los parajes del olvido.

Y quiero llorar cada vez que te lo digo, porque sé que no vas a poder comprender la complejidad detrás de esas ocho mal habidas letras. Porque tú me ves como yo no quiero que me veas, y estás totalmente ciego ante la triste realidad de que para mí un ’te quiero’ no es menos que un: Quiero llorar contigo por las lágrimas que tú no vas a derramar, un quiero afrontar mis peores miedos a tu lado porque eres quien me da seguridad. Porque tú no sabes que cada vez que te siento a mi lado soy la más feliz del mundo, la más fuerte, la más inteligente. La más mujer.

Y es que mis te quiero guardan muchos te amo en su interior. Te amo por lo que eres, y no por lo que veo de ti. Te amo porque me conoces. Te amo porque estás conmigo y me permites estar contigo, incluso cuando yo soy una cría que no desea ver. Te amo porque me dices mis fallas sin un resquicio de piedad, pero me muestras con paciencia cómo hacerlo mejor. Te amo porque contigo soy quien puedo ser y no quien debo ser…

Te amo por ser tú. Por ser como eres. Por tus silencios. Por tus palabras. Porque me dejas amarte en silencio y entregarte todo lo que soy, sin reservas ni condiciones.

Y es por eso que cada vez que te digo que te quiero, te lo digo de verdad. Sin comprometerte a decirme nada… ni siquiera a escucharme. Te lo digo con todo lo que tengo dentro de mi pútrido ser, y no como palabras vacuas. No te lo digo para que me creas, ni para vanagloriarme de tu afecto.

Te lo digo porque lo siento. Porque te amo y te lo disfrazo de te quiero. De verdad.

Doce

Publicado por primera vez el 30 de enero de 2010 en Pensamientos en Blanco y Negro

Doce uvas.

Doce ilusiones que son masticadas antes siquiera de ver la luz de su efímera existencia.

Doce promesas que sabemos que no vamos a cumplir.

Doce campanadas que no anuncian el tiempo que llega, sino el que se ha ido para no volver.

Doce, siempre doce. Un número patológicamente maldito.

Vida

Publicado por primera vez el 19 de agosto de 2009 en Pensamientos en Blanco y Negro.

Estar vivo es un placer del que pocas personas pueden jactarse. Un privilegio que, en una sutil manera les separa del resto de los que respiran y se limitan a existir… un privilegio del cual yo no gozo.

Sepia

Publicado por primera vez el 26 de julio de 2009 en Pensamientos en Blanco y Negro.

…Y lo amaba.

Por mucho que le doliera admitirlo, por mucho que se desgarrara cada vez que su mente evocaba ese pensamiento, lo amaba.

Era todo tan confuso, tan doloroso, tan…terriblemente rastrero. Abyecto, pero no por ello dejaba de amarle.

Muy a su pesar… lo amaba.

Mediocridad

Publicado por primera vez el 27 de junio de 2009 en Pensamientos en Blanco y Negro

Hoy llovió mediocridad.

Ayer llovió mediocridad.

Pareciera que todos los días el mundo se empapa un poco más de este horrible vicio que estamos adquiriendo como raza y cultura. Estamos empezando a depender de absolutamente todos los avances tecnológicos y estamos perdiendo la capacidad de superarnos a nosotros mismos. Ya no somos parte de esa cultura de hombres y mujeres que se empeñaban por hacer las cosas lo mejor posible, ni mucho menos buscamos ser un ejemplo a seguir porque todo lo que nosotros podríamos lograr a base de esfuerzo lo consigue una máquina con el simple pulsar de un botón.

Estamos tan habituados a lo desechable que, sin quererlo ni desearlo pero tampoco impedirlo, nos estamos convirtiendo en mediocres perfectamente desechables nosotros también. Creemos que todo lo que hacemos puede estar “hecho a medias” porque en poco tiempo se volverá irrelevante y obsoleto cuando realmente no es así.

La superación personal, cosa que se pregona indistintamente en libros y en anuncios comerciales, se está volviendo únicamente algo similar a un lema de compañía que carece de importancia porque, para bien o para mal – desgraciadamente más mal que bien – todo ha comenzado a girar en las cosas mal hechas.

Basta con mirar los productos nacionales o los internacionales, las marcas afamadas de ropa juvenil o cualquier elemento que nos rodee: Ya nada está diseñado para ser duradero, sino que está hecho para ser rápidamente desechado y, ¿para qué esforzarse en hacer las cosas bien si no tendrán más tiempo útil que un par de meses?

La tecnología, las tendencias y la sobresaturación que se vive diariamente en la sociedad están favoreciendo a fomentar la mediocridad y la falta de ánimos o cosas bien hechas. Todo se vuelve obsoleto, todo se descompone y entra y sale indistintamente de un planeta donde ya no existe el espacio para algo que no sea la renovación. Hoy en día no queda espacio para nada que merezca más de cuarenta y cinco segundos de atención porque aparecen más y más cosas que compiten de manera directa con él.

Las personas vivimos tan inmersas en el mundo del plástico que olvidamos que la vida es algo más relevante que una envoltura de papitas fritas o que una chaqueta. No esperamos nada más en la vida que lo que nos puede provocar el efímero placer instantáneo pero no buscamos lo que pueda acarrear bienestar a largo plazo. ¿Eso podría ser considerado hedonismo?: No, es vil y pura mediocridad.

Asimismo, el colectivo que habitamos en este mundo hemos comenzado a volvernos las propias víctimas de nuestros impulsos; queremos algo rápido y bien hecho, cosa realmente poco posible; no porque sean excluyentes la una de la otra, sino porque hemos olvidado cómo hacer las cosas bien en poco tiempo y confundimos la eficiencia con la prontitud. Pensamos ¿a quién le interesa si está bien hecho?: Pues debería interesarnos a nosotros, por lo menos.

En vez de pasar valioso tiempo pensando en “a quién le importa” debería entrar la consideración de “¿cómo podría estar mejor?”. Debemos poder ser competitivos y deshacernos de la cadena de la mediocridad para poder hacer algo por nosotros, salir adelante y hacernos responsables por nuestras acciones y los conflictos – o no – que ellas ocasionen. En lugar de creer que vivimos en un mundo donde somos víctimas de las tendencias y de la saturación comercial, aislados de cualquier cosa duradera que pueda proveer cosas saludables a nuestra existencia, sin remedio alguno deberíamos intentar mejorar en cada aspecto de nuestra vida, incluso si “a nadie le interesa” es la mejor manera de cambiar la percepción de la tediosa monotonía en que estamos inmersos y donde lo novedoso, irónicamente, ha perdido la frescura de la novedad.

La diferencia entre una víctima de las circunstancias y aquel que se sabe en el control de su existencia, y logra así cambiar su entorno y contagiar a las personas, es que el primero eligió la salida fácil: la mediocridad y la esclavitud mediática mientras que el segundo sabe que, si bien no puede cambiar aquello que no le toca es suficiente con intentar ser mejor cada día.

Los milagros están depreciados

Publicado por primera vez el 23 de junio de 2009 en Pensamientos en Blanco y Negro. En recuerdo de mi querida amiga Esthela de la Luz Valles Vindiola, que en paz descanse.

Todos hemos querido presenciar algún milagro, algo que nos haga creer en que el orden cósmico del universo existe, alguna nimiedad que nos haga sentir importantes dentro del rol que ejercemos en nuestra propia vida. Queremos encontrar una especie de moneda de oro que nos permita ponernos en contacto no ya con los demás seres que nos rodean en el día a día, sino con nosotros mismos.

Buscamos la felicidad en lugares que creemos inalcanzables, fijamos metas tan difíciles de alcanzar que rayan en lo ridículo y cuando las alcanzamos a base de sudor y lágrimas nos damos cuenta de que, irónicamente, la felicidad no se encontraba ahí. Creemos que podremos presenciar un milagro sólo si buscamos con ahinco en todos y cada uno de los rincones del mundo sin darnos cuenta -¡Dios, qué ciegos podemos llegar a ser!- que todas las cosas maravillosas yacen precisamente sobre nuestros pies, frente a nuestras narices.

Los milagros se exhiben delicadamente con matices que cómodamente llamamos cotidianeidad, normalidad, sin saber que son las pruebas del milagro más profundo que puede existir: Estamos vivos, formando parte del mundo.
Si todo mundo lograra comprender que para experimentar un milagro basta sólo con empaparnos en la vida que nos rodea, conocernos lo suficiente como para no ser traidores a nosotros mismos, las cosas serían bastante más sencillas para todos.

Un amigo es un milagro, poder darse un baño de sol es un milagro, respirar es un milagro al cual estamos tan acostumbrados que olvidamos tomarlo en cuenta.
Diario experimentamos mucho, el día está lleno de “instantes mágicos” -como los llamaría Coehlo- pero no los sabemos apreciar porque la molesta e innecesaria venda de la soberbia y de la ambición nos embriaga.
Parece que las personas sólo buscan pretextos para ser infelices sumergiéndonos en el tedio, depreciando todos esos milagros que nos embriagan día con día; sin tomar siquiera un momento para detenerse y observar que vida sólo hay una y debemos vivirla al máximo.

Crónicas de una fusión anticipada

He determinado que, si mi Wordpress y mi blog cumplen con la misma función elemental (dejarme llevar por la suave prosa y embriagarme en mis pensamientos) no existe un motivo real para tenerlos los dos. Además, realmente no actualizo frecuentemente ninguno...

Por lo mismo, cambiaré todo lo que tengo en
Pensamientos en Blanco y Negro para acá. Por lo demás, todo seguirá como siempre xD